domingo, 23 de octubre de 2016

(15) Observar la belleza cotidiana

Tren Sarmiento.
Dos horas hasta llegar a mi casa.
Me doy cuenta que la persona que tenía al lado estaba dada vuelta hablando con la de atrás.
Me ofrecí a cambiarles el lugar y aceptaron agradecidos.

Mientras pensaba en mis quilombos, en la vida en general o en la nada misma, una burbuja me explota en la cara: una de las personas a la que le cambié el asiento era un nene con síndrome de down y estaba jugando haciendo burbujas.
Generalmente leo o estoy boludeando con el celular (SÍ, JUEGO AL POKEMON GO, ¿OK?) pero esta vez me detuve a jugar con él y a observar cómo la gente se involucraba para hacer lo mismo que yo: explotar las burbujas y hacerlo reír.
Reímos todos, y a mi se me infló el pecho de emoción. Fuimos todos niños otra vez, volvimos a jugar y a maravillarnos con las simples cosas. Me hubiera gustado que ese momento durara para siempre, que siga esa inocencia, sin maldad, sin verguenzas, sin prejuicios.
Por un momento soñé con que una sociedad mejor podía ser posible.

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